martes, 1 de febrero de 2011

Esperar


Una pieza clave de la educación griega eran los progymnasmata, ejercicios retóricos en que los discípulos tenían que resolver con estilo un problema literario. “¿Qué exclamaría Hécuba tras la toma de Troya?” “¿Qué le diría Agamenón a Clitemnestra al enterarse de su asunto con Egisto?” etc. Eso sería una ethopoeia, pero hay ejercicios múcho más difíciles (véanse los opúsculos de Sinesio).

La editorial Routledge sacó en 2001 la colección “Thinking in action” que es una serie de ensayos de tamaño mediano, soberbiamente escritos a veces, sobre los temas más dispares. El diseño de la colección afecta hasta el título de cada volumen. Algunos son el inevitable tema de moda: “on the Internet”, “on Privacy”, “on Cloning”. Otros son temas filosóficos, generalmente éticos, que nos hablan de una tercera sofística: “on Delusion”, “on Shame”, “on Being Authentic”. A veces son temas difíciles que el autor puede hacer mucho más difíciles, como “On Cosmopolitanism and Forgiveness” de Derrida.

Pero el tema del erudito ensayo de Harold Schweizer “On waiting” (“Sobre el esperar”) le habría supuesto un reto al propio Sinesio. Hay pocos temas que, a primera vista, resulten tan poco sugerentes, vital o literariamente como la espera. Hay, sí, alguna obra teatral (ninguna anterior a la que provocó Godot) sobre el asunto, y alguna novela. Y admito que le debo a mi padre el conocer la existencia de otro ensayo, y español: “La espera y la esperanza” de Laín Entralgo. A ciegas sobre los méritos del libro de Laín, creo que éste de Schweizer merece destacarse por méritos propios:

Entre la espera y la resignación, el aburrimiento y el deseo, la realización y la inutilidad, la espera se extiende a través de desiertos planos mentales y emocionales. Los que penetran dentro, o pasan a través de ellos se encuentran a sí mismos ante una ejemplar aporía existencial: disponer de tiempo sin haberlo deseado.

La espera, en mi opinión, produce miedo. El remedio de la espera es casi siempre de dos tipos, y yo soy de los que generalmente opta por la lectura, antes que la conversación. Es decir, que me inclino por la prevención frente al simple tratamiento de los síntomas. Pero esto me ha exigido, desde la más temprana edad, salir a la calle con al menos un libro (según la duración, ocasión o lugar del previsible tiempo de la espera). De ello se han resentido todos los bolsillos de mis chaquetas y abrigos, e incluso mi espalda. Pero casi todo esto se solucionó en el glorioso momento, punto de inflexión en la Historia de la Espera, en que aparecieron los lectores electrónicos. En un iPad o Kindle puedo llevar más libros de los que lograré leer en un año, diccionario incluido. Y no tengo que forrarlos con plástico, como he hecho siempre con los libros que ambulant cum domino. Lo único que debo recordar es cargar las baterías. Coger el iPad es algo tan automático como coger las llaves, la cartera y el móvil.

De estas cuatro cosas, las llaves pronto dejarán de ser necesarias. En cuanto a la cartera, su principal función es llevar el dinero y la documentación. En poco tiempo el móvil sustituirá a las tarjetas, que casi han reemplazado al dinero corriente. Con ello sólo necesitaremos la cartera para llevar la identificación, pero con tal cantidad de datos personales y biométricos como recoge nuestro gobierno, todos accesibles online, pronto no será preciso ni llevar documentación. Bastará con presentar a inspección nuestra retina o el pulgar; con un clic, el funcionario de turno podrá sacar nuestro expediente universitario o nuestro historial en la Seguridad Social. No es que esté deseando que llegue tal momento. De hecho espero que la sociedad española despierte un día de su letargo respecto a estos asuntos. Pero al menos ese día podré salir sin cartera.

Tal día sólo será necesario salir con el teléfono y el lector electrónico, probablemente ambos en el mismo aparato. Con ello, cualquier espera será mucho menos temible. Lo siento por Schweizer si a partir de ese día la gente convierte la lectura en exclusivamente un paliativo de la espera porque ¿quién querría leer un libro sobre la espera, mientras está esperando?

Afterthoughts

¿Cuál es el antónimo de “espera”? Desde luego no es la desesperación. Vitalmente, casi lo contrario de waiting es lingering, otra palabra para la que no hay traducción en español. Igual que ocurre con serendipity, o samizdat, para las que supongo que recurriremos al préstamo léxico.

Para otras palabras de las que carecemos, pero de las que una sociedad debería sentirse orgulloso de no tener (eg. Schadenfreude), el préstamo es siempre lo más digno.

1 comentario:

  1. ¿Por qué no puede ser ese su antónimo? Acabo de leer en twitter: "Antónimo de "consuelo": "sinsuelo". A ver quién le dice que no." :D

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