martes, 8 de marzo de 2011

Granta (o la vida no es una Polaroid)

Llevaba tanto tiempo sin leer ficción en español que cuando me enteré de que Granta había sacado un tomo dedicado a "Los mejores narradores jóvenes en español" pensé que había llegado el momento y la oportunidad de resarcirme. Al ser narración corta podría acabar las historias sin que me asaltasen en seguida los remordimientos por no estar leyendo no-ficción, o ficción ática. Desde hace tres años compro estos "The best of..." de Granta (en la Feria del Libro, en la librería Pasajes o en Amazon) y lo he pasado tan bien con ellos que realmente me llevé una alegría, no sólo por los momentos que me podía proporcionar, sino por lo que puede significar para el despegue internacional de la narrativa en español.

Con la explicable ansiedad, abro el volumen, editado igual que cualquier otro "best of..." de Granta. Primer autor (Lucía Puenzo), primer relato ("Cohiba"), primer párrafo:

El hombre roza mi mano en la oscuridad  --bueno este posesivo no es exactamente idiomático. Yo creía que los únicos que decían "ha golpeado mi mano" en lugar de "me ha golpeado la mano" eran los comentaristas deportivos... se ve que no.

Tiene la piel caliente y áspera  --ay Dios. El tiempo elegido por el narrador es el "presente continuo postmoderno". Este uso (como si fuera necesario explicarlo) no responde a ninguna función aspectual o temporal comunicativa; que se sepa, sólo sirve a la necesidad de publicar.

El pelo corto, los rulos aplastados con algún ungüento casero que brilla hasta en la penumbra del cine.  --interesante, estos cines penumbrosos...

Su olor se desprende del resto.  --del resto... ¿de qué? Si este texto fue originalmente escrito en español, necesariamente fue vertido luego al inglés y de nuevo retraducido al español, por Google...

En fin, os ahorro un comentario detallado de lo que seguía, porque es más de lo mismo. Para quien no se lo haya imaginado, es otro caso estacional de steam-of-consciousness del narrador pasivo y alienado oh-so-last century, pero queda en grado de tentativa punible. El valor artístico del relato es el mismo que tiene tirar al aire una cámara Lomo (o una Polaroid, si alguien se atreve) en un burdel de la Habana. Lo sórdido es aburrido, además de sórdido. A medias en el relato atisbamos algún interés: ah! García Márquez... al final va a resultar que lo mejor de la narración va a estar en lo periodístico-narrativo... pues tampoco.

Oh, el final es tan previsible como el destino de un condón (no se admiten comentarios sobre esto; yo mismo escribiré un ensayo sobre el tema.) Supongo que hay una razón desconocida para poner justo este relato al comienzo del libro, pero no creo que averiguarla me lleve a pensar que el mundo es un lugar mejor o más justo.

Mañana seguiré con el segundo relato.



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